miércoles, 8 de octubre de 2008

287. Jugaba a las parejas con los calcetines de la casa cuando de repente una lámpara se vino abajo.



Estaba sentada en el sofá, justo miraba la alfombra, recordaba lo complicado que es sacarle todo el polvo y juré que en todos mis próximos pisos de alquiler jamás tendré ni una. Se me antoja tanto tirar las que aquí hay, no entiendo por qué gustan a la gente que además tiene obsesión por lo pulcro. En general las personas son complicadas, se dejan el dinero en productos de limpieza y usan medicinas que pagaron en pesetas. Esas cosas me superan.

Vagaba entre eso y otras tonterías, la alfombra me llevó al alquiler, el alquiler al pavor de que un día me apetezca comprar un piso en plenos veintitantos, los veintitantos a mis veinticinco, eso a los años que tengo sin ir a mi casa, mientras, mis manos no dejaban de juntar calcetines, blablablá... un crrrk me puso alerta, miré a mi derecha, cerré los ojos y (ahora sí) crash. Parece que Luciano, el electricista, dejó suelto algún tornillo. Como eran las 17:05 salí de casa dirección la parada del autocar/transporte escolar. Iba un poco asustada porque sonó muy feo. Al final, me encontré con Yolanda que había ido también a buscar a los niños así que volví a casa a limpiar el tiradero, me corté un dedo, poco. Metí los restos a una bolsa envueltos en papel periódico. Apagué la luz del salón y cerré la puerta antes de irme, :S Si me reía, era de nervios.

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